Sensibilidad, luz inspiradora, presencia y fortaleza interior son algunas de las palabras que resumen a nuestra querida Marga Sanchez. Fue delicioso escucharle en este cáfé insipira.

Durante la sesión leímos dos de los relatos de Marga que te mostramos aquí:

Querido yo

Como ves, sigo acordándome de ti, de ese Yo que un día se dividió en dos. Recibió una noticia inesperada, maldita, en su cuerpo habían aparecido unas células llamadas “claras” que oscurecieron su mente, no podía pensar, ni hablar se bloqueó, sólo lloraba.

Momento duro para ese Yo, que encontrándose tan mal, tenía que comunicar la noticia.

Un Yo, el que enfermó, sufría, lloraba, estaba muerto de miedo, enfadado, triste, callado…y se preguntaba: ¿Por qué me ha pasado esto a mí? ¿Qué he hecho mal?

Y otro Yo al que mirabas y añorabas, el Yo que sonreía, que no tenía miedo, que saltaba de alegría y rebosaba vida.

Hasta que un día, el Yo enfermo, se dio cuenta que cada nuevo día era para los dos, que el sol brillaba para los dos, que los dos podían caminar juntos e incluso ayudarse.

Quiero darte las gracias por haber tenido ESPERANZA, por confiar en la suerte, por creer en la medicina.

Gracias por dejarte ayudar y escuchar a los que te regalaban su tiempo y aguantaban tus llantos.

Hoy la ESPERANZA es mi escudo.

Y como dice Mafalda en una de sus viñetas: ¡ALGÚN DÍA MORIREMOS, PERO LOS DEMAS DÍAS NO!

Agradecida de seguir viviendo.

Marga

                                 Escalera, 1925 EDWARD HOPPER

 

De nuevo, contemplando este maravilloso cuadro de Hopper, me encuentro ante una gran “Encrucijada”.

Yo, como espectador, observo desde arriba, parado en un escalón de la escalera.

Miro cada detalle: los escalones, la alfombra que los cubre, la barandilla de madera robusta, el zócalo, las paredes, el suelo, parte de una silla a su derecha, una cortina que no deja ver lo que hay al otro lado, una puerta abierta al exterior, que vincula al bosque con el interior, el umbral que los separa, pero a la vez, forman parte de un todo.

Esta escalera puede representar perfectamente la “película” de mi vida, cada escalón, una etapa, un momento vivido, miedo a bajar otro escalón, retrocedo, sigo observando e imaginando qué puede pasar en el siguiente escalón, qué puede haber detrás de esa cortina…, me da miedo el bosque que casi no me deja ver el cielo, es oscuro, tapona la puerta, la salida, es misterioso.

Yo, que me considero una persona con ganas de conocer, de descubrir, de “vivir más escalones”, consigo bajarlos todos, camino hacia la silla, me siento, sigo observando, miro fijamente el bosque, no me decido a salir, permanezco sentada, estática, pensando…

De pronto, me levanto, voy hacia la cortina, quiero descubrir qué hay tras de ella. Me asomo y veo un gran ventanal, reparo en que el bosque oscuro, el tupido de maleza, ha desaparecido, veo más luz, hace un día esplendido y me alegro de haber dado el paso, de entrar en otra habitación que es más luminosa, me sorprendo, ya no tengo miedo, siento paz, no daré marcha atrás, no subiré más esa escalera.

Muchas veces he sentido estas sensaciones que me evocan la obra de Hopper, esta toma de decisiones y llego a una misma conclusión: si no doy el paso, si no me atrevo a descubrir y explorar otras cosas, no avanzo, me mantengo en el mismo escalón, en la casilla de salida como en un juego y nunca sabría si lo que me depara “lo nuevo”, es MEJOR.

 

 

                                                                                                                   Marga